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lunes, 18 de junio de 2012

Ponte en su lugar.








Carmelo pide un par de cañas, el del bar las pone y una tapita de caracoles picantitos, Carmelo con un palillo captura uno de los moluscos de la cazoleta de porcelana, el caracol trae salsita y una laminilla de ajo pegada a la concha y también por dentro, rechupetea el bicho sorbiendo los jugos del guiso, después con ayuda del palillo saca el molusco y se lo come, en eso llega Martín, había ido a hacer un pis, este coge cuatro o cinco servilletas del dispensador rojo de Mahou, de ese papel absurdo del que hacen las servilletas de barra, que no absorbe, se seca las manos más o menos y tira el Burruño a una papelera rectangular que tiene entre las piernas, estas siempre acaban molestando, como cuando te toca pata en una mesa concurrida de una comida familiar.
Martín se aplica con el caracol que le toca, los dos están de acuerdo que los caracoles están de aúpa, piden una ración para dos y otra ronda de cañas.
El camarero bocea el pedido a la cocina, por una trampilla desvencijada, como si fuese un local muy importante, su mujer gruñe tras la trampilla, le dice:
   -No grites Geronimín, que me vas a dejar sorda.
El camarero pone un par de  boquerones con unas cuantas aceitunas. Martin le pregunta a Carmelo como van las cosas, charlan de las mujeres, los niños, los trabajos, sus cabreos con el tráfico, política, aunque no mucho, fútbol, bastante más, las tonterías del verano, la vuelta al cole, a la oficina, a las comidas familiares y a la rutina, la vida, vidas como las de los de al lado que han pedido una de bravas o los de más allá que toman unos blancos y una tapa de paella.
Llega la ración de caracoles y los dos meten mano, queman, avisan ellos mismos humeando desde el interior de las cascaras, pero aun así empiezan a trabajárselos, calentitos están más ricos.
   -Como están de buenos – Dice Carmelo.
   -Ya lo creo, mi suegra los hace también así, con su cayenita y todo – Martin contesta y después sorbe una cascara.
   -Gerooo, dos cañitas, que pican de lo lindo- Dice Carmelo.
A los dedos se les quedan pegados trozos de servilleta, de lo peguntosa y rica que esta la salsita, dan cuenta de ella con barquitos de pan.
   -Sabes, estaba pensando, ¿tu alguna vez te has puesto en el lugar de un mosquito? – dice Carmelo, muy serio.
   -Pues la verdad es que no, con ponerme en el lugar de mi mujer para entenderla ya tengo bastante.
   -Lo digo porque ayer, en el coche estuve pensando en los miles, que digo miles, miles de millones de mosquitos que mueren cada día pegados en los parabrisas de los coches.
   -Ya serán menos- Dice Martin.
   -¿Menos…. menos?
   -Si joder, eres un poquito exagerado, miles de millones, son muchos mosquitos…¿No?
Carmelo se pica, está dispuesto a defender su teoría.
   -Pero bueno, vamos a ver, en un viaje como el que hice yo ayer por lo menos había seiscientos pegados en la luna.
   -A ver Carmelo, si son seiscientos no verías, vamos digo yo.
   -Ya pero yo limpio de vez en cuando, ¿o que te crees?
   -Ya, vale eso sí, pues venga , 600 , que mas.
Martín se zampa otro caracol, oveja que bala pierde bocado.
   -Pues eso, yo hice 600 kilómetros, o sea uno por kilometro…
   -Mmmmm, muy bien ¿y? –Dice Martín que empieza a chotearse.
   -Pues mira imagina un primero de agosto, 5.000.000 de desplazamientos…
   -Y venga desplazamientos, hombre no podían haber sido, tres o cuatro millones- Gesticula Martín con un caracol pinchado con un palillo por el bichito.
   -Joder es lo que dijeron en la tele…-Se defiende Carmelo.
   -Vale si lo dicen en la tele, te lo paso… Sigue.- Martín pide dos cañas más.
Carmelo saca el móvil y busca la aplicación de calculadora, no le caven los ceros.
   -Todos los desplazamientos son de 600 kilómetros, según tú, ¿no?
   - No, también dijeron en la tele que el desplazamiento medio era de 400 kilómetros, por lo tanto….DOS MIL MILLONES DE MOSQUITOS Y BICHOS APLASTADOS EN UN SOLO DIA.
   -Joder tío, y eso lo saben las autoridades.
   -Tu cachondéate, pero multiplica eso por todos los días de las vacaciones, los fines de semana, los días normales, y además súmale los radiadores.
   -Joder me está asustando, ¿Qué pasa con los radiadores?
   -Pues que ¿Cuántos se quedan pegados en los radiadores de los coches?-Dice Carmelo.
   -Haaa, los de los coches , que susto , empezaba a ver millones de mosquitos estrapallados en el radiador de casa.
   - ¿Son miles de millones o no?
   -Valla, y seguro que mas, veras cuando se lo suelte a mi cuñado.-Dice Martín.
   -Veras, -Confirma Carmelo – La cuestión es , ¿Alguien se ha puesto en su lugar? , la humanidad es consciente del “mosquiticidio” que estamos haciendo, porque eso solo aquí, en España, pero empieza a sumar el resto del mundo, y sobre todo, con lo grandes que son los coches americanos ¿Cuántos mosquitos mataran en 600 kilómetros?-Dice Carmelo.
   -No se chico, me siento incapaz, que pereza.-Dice Martin arrebañando el ultimo poquito de salsa.
   -Pues piensa en ello. Geroooo dos cañitas.


Ignacio Junquera

Cuento

5 octubre de 2008

Fin

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